Eugènia Serra
Responsable de Coordinación General, Biblioteca de Catalunya
eserra@bnc.cat

Introducción

Digitalización, bibliotecas y colecciones digitales, preservación digital, repositorios o depósitos digitales… son términos que en poco tiempo han pasado a formar parte del lenguaje cotidiano de las bibliotecas, archivos, instituciones culturales y también de las empresas de servicios que intentan ampliar su cuota de mercado o reconducir su negocio.

Como ocurre a menudo cuando surge una nueva oportunidad, todos nos volcamos si los recursos lo permiten, con el afán —inherente a las bibliotecas— de difundir el conocimiento, la información, el patrimonio, la investigación, la cultura; en los últimos años, quien más quien menos, individual o colectivamente, ha iniciado alguna actividad de digitalización. Digitalizar es todavía un signo de modernidad e innovación y todos nos esforzamos en hacer visible que lo estamos haciendo. En realidad, la situación ideal sería que tuviéramos que hablar menos de ello, lo que denotaría que se habría convertido en una actividad normal incorporada a nuestra dinámica diaria, tanto a nivel de prioridades, como de procesos y recursos.

Es habitual arriesgar en la toma de decisiones, poner en marcha iniciativas dirigidas a la digitalización de nuestros fondos ha sido necesario como una manera rápida de demostrar lo que somos capaces de hacer y lograr así más financiación; esto no es negativo puesto que a veces es conveniente tirarse a la piscina —no vacía pero sí medio llena—; pero el caso es que, hasta cierto punto, hemos empezado la casa por el tejado. Al impulsar un nuevo servicio, actividad o iniciativa, es preciso que una vez superada la fase inicial, nos paremos, tomemos distancia, reflexionemos y fijemos unos pilares sólidos y sostenibles para continuar; una situación como la actual, con presupuestos disminuidos, proporciona la ocasión para hacerlo.

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