Suelo del manglar Térraba-Sierpe sería vital contra cambio climático

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MICHELLE SOTO M. msoto@nacion.com 

¿Quién iba a pensar que ese lodo que yace en los manglares podría sumarse a la lucha contra el cambio climático?

Miguel Cifuentes, investigador del Centro Agronómico Tropical de Investigación y Enseñanza (Catie), se dio cuenta de ello cuando recibió los primeros resultados del estudio que realizó en el manglar del humedal Térraba-Sierpe, ubicado en Osa.

“El suelo representa un 76% del total de carbono en el ecosistema, mientras que los árboles representan el 20%”, detalló Cifuentes tras ver que, mientras el carbono acumulado sobre el suelo alcanzaba entre 73 y 75 toneladas por hectárea, a un metro debajo de la superficie podían acumularse unas 300 toneladas.

Esta fue una de las conclusiones de la investigación realizada por Cifuentes en el marco del “Proyecto biodiversidad marino-costera en Costa Rica, desarrollo de capacidades y adaptación al cambio climático (Biomarcc)”, financiado por GIZ en apoyo al Sistema Nacional de Áreas de Conservación (Sinac).

Su fin era cuantificar cuánto “carbono azul” –el que capturan los ecosistemas marinos y costeros– poseía el manglar.

“Los manglares son ecosistemas marino-costeros con unas altas tasas de acumulación de carbono y una dinámica diferente. Un bosque terrestre tiene un máximo de acumulación, pero estos ambientes pueden mantener esas tasas por muchísimos años porque el carbono se acumula en el sedimento”, explicó Cifuentes.

Trabajo de campo. El equipo liderado por Cifuentes muestreó 28 sitios a lo largo de las desembocaduras de los ríos Térraba, Zacate, Guarumal y Sierpe.

Para ello, se marcó un tramo de 150 metros desde la línea costera hacia tierra adentro y se establecieron parcelas anidadas cada 25 metros. Se llaman así, pues una parcela grande (de 7 metros de radio) contiene otras más pequeñas que permiten medir diferentes componentes del ecosistema.

Se tomaron datos como diámetro de los árboles, porcentaje de regeneración, cantidad de madera caída y hojarasca, así como muestras de suelo.

En promedio, se calcularon entre 391 y 438 toneladas de carbono por hectárea en las cuatro desembocaduras. Comparado a los terrestres, los manglares poseen tanto carbono como los bosques nubosos que tiene el país.

Para Cifuentes, la clave está en el ecosistema como un todo, específicamente la relación entre el sedimento, las raíces y las mareas.

“Parte de la dinámica que hay en la interfase marino-costera es que existe un flujo y reflujo de las mareas, así como una mezcla entre agua dulce y salada. Entonces, por esa dinámica en que entra y sale el agua, se dan ciclos internos donde hay un mayor depósito de sedimentos. Si no se tuviera ese manglar, ese sedimento se perdería porque no hay raíces que fijen la materia orgánica”, dijo el investigador.

En el futuro, Cifuentes pretende estudiar el golfo de Nicoya y así cuantificar los servicios ambientales que proveen los manglares y sumarlos a un esquema de pago que ayude al desarrollo local.

“Inclusive apoyar al desarrollo de las estrategia REDD+”, señaló respecto al mecanismo de reducción de emisiones producidas por la deforestación y la degradación forestal.

Tomado de La Nación, Costa Rica

RSOE – Emergency and Disaster Information Service

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Mapa interactivo que permite la identificación y seguimiento de emergencias y desastres a nivel global.

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La sequía pone a prueba el maíz modificado genéticamente

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Los tres productores de semillas más importantes están trabajando sobre cultivos resistentes a la sequía. Las condiciones de este verano están siendo una dura prueba.

  • MARTES, 11 DE SEPTIEMBRE DE 2012, POR JESSICA LEBER, TRADUCIDO POR LÍA MOYA (OPINNO)

    El granjero de Illinois (EE.UU.) Mike Cyrulik no preveía la sequía de este año cuando, en primavera,plantó 20 sacos de una nueva simiente de maíz en una parcela de su granja de 2.000 hectáreas. Hoy, semanas antes de la cosecha, gran parte de su plantación y de la de sus vecinos se está muriendo. Pero no la zona en la que sembró las nuevas semillas. Estas plantas con un aspecto tan saludable “han acabado siendo la comidilla del pueblo”, afirma Cyrulik, que espera un rendimiento significativamentemayor, de 30 a 50 fanegas más de cada una de esas 88 hectáreas en Bloomington.

    Y esto será posible gracias a un maíz resistente a la sequía producido por una de las mayores empresas de semillas del mundo, Syngenta, que empezó una distribución limitada de esta simiente justo antes de la temporada de siembra de 2011. De hecho, tres de los principales productores de simientes –Syngenta, DuPont y Monsanto- esperan tener éxitos parecidos al de Cyrulik en medio de la peor sequía sufrida por Estados Unidos en los últimos 50 años.

    La devastadora sequía llega en el momento en el que Syngenta y la empresa Pioneer de DuPont preparan el marketing de una nueva generación de semillas de maíz creadas para que los granjeros puedan mejorar sus cosechas en condiciones de escasez de agua. En el caso de Monsanto, la empresa ha estado llevando a cabo ensayos previos a la distribución de una primera cosecha comercial que posee una característica de tolerancia a la sequía gracias a que ha sido genéticamente modificada.

    La tolerancia a la sequía es uno de los mayores retos en la investigación agrícola, según explica Mark Edge, director del departamento de sequía y uso de agua en Monsanto. En los últimos años, las tecnologías que permiten un cribado más rápido de potenciales materias primas genéticas han permitido hacer avanzar programas tanto de cultivos tradicionales como de cultivos modificados genéticamente en este campo.

    Las cosechas de variedades biotecnológicas están presentes en el mercado desde la década de 1990, pero características como la resistencia a plagas o herbicidas son más fáciles de modificar porque implican a un único gen. La eficiencia de una planta para usar el agua y cómo se comporta ante el estrés provocado por la falta de agua son respuestas más complejas controladas por muchos conjuntos de genes y por distintas partes de una planta. Los factores medioambientales, como el momento del crecimiento en el que se produce la sequía, también influyen.

    Por estos motivos, los investigadores afirman que aún no está claro si el cultivo tradicional, la modificación genética o una combinación de ambos será el camino más eficaz a la hora de mejorar la tolerancia a la sequía en una amplia variedad de cultivos.

    Parte de la dificultad a la hora de modificar las plantas para que toleren la sequía es que los investigadores deben encontrar genes con un efecto lo suficientemente grande sobre la respuesta de la planta para que merezca la pena hacer una inversión importante para la comercialización de esas nuevas semillas, como explica el ingeniero agrónomo de la Universidad de Purdue (EE.UU.) Mitch Tuinstra. Monsanto puede tardar más de una década e invertir más de 100 millones de dólares (unos 78 millones de euros) hasta conseguir comercializar un cultivo transgénico medio.

    “Será uno de los mecanismos clave para avanzar, pero no creo que encontremos la panacea que resuelva todos nuestros problemas”, afirma. Tuinstra resalta que la tecnología no puede cambiar el hecho de que una planta necesita agua.

    El maíz resistente a la sequía de Monsanto, aprobado por la legislación estadounidense en diciembre de 2011, contiene un gen proveniente de una bacteria que se encuentra habitualmente en la tierra, que permite al maíz absorber el agua más despacio. Antes de ponerse a la venta el año que viene, el maíz biotecnológico está probándose en estados como Kansas y Nebraska (EE.UU.), acostumbrados a sufrir sequías moderadas. Por ahora, siguiendo las pautas de cultivo recomendadas, los granjeros están teniendo buenos resultados, afirma Edge. No obstante, las expectativas no son descabelladas: se trata de mejoras porcentuales de menos de 10 puntos.

    Pero se está investigando mucho más. El maíz ha sido uno de los primeros cultivos en estudiarse, pero Monsanto ya se encuentra en las primeras fases de desarrollo de un algodón modificado genéticamente con tolerancia a la sequía. DuPont y Syngenta  planean introducir su propio maíz modificado genéticamente para zonas secas.

    A pesar del éxito del maíz de Syngenta en su granja, Cyrulik aún no tiene datos para responder a la pregunta inicial –cómo rendirá el producto en un año en el que las lluvias sean normales, que fue lo que le llevó a probarlo en un primer momento. Cree que le podría compensar pagar el precio mayor de las semillas resistentes a la sequía, pero también tendrían que producir cosechas de niveles normales cuando hubiera agua.

    Ese dilema –cuándo y cuánto deberían invertir los productores de maíz de Estados Unidos en los años secos- se presentará cada vez con mayor frecuencia si el cambio climático nos trae sequías más extremas o impredecibles. ¿Son los nuevos maíces resistentes a la sequía la respuesta? “No lo sé. Aún no estoy dispuesto a jugarme la granja por ello”, afirma Cyrulik.